viernes, 13 de junio de 2008

Entrevista: Docentes en la Antártida

Dos maestros una historia de Esperanza en la Antártida Argentina

Nuestros entrevistados de hoy son Santiago Lobato y Graciela Lamas, una pareja de maestros que durante el año 2003 fue responsable de la escuela de la Base Antártica Esperanza. Mostrar cómo vivieron estos dos maestros argentinos lejos de las comodidades de la ciudad, con tormentas de nieve y sensaciones térmicas de hasta 70º bajo cero, es un modo de dar a conocer una singular y enriquecedora experiencia docente.

El Continente Antártico tiene una superficie de 14.107.000 km2. Está rodeado por los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, y los mares de Ross y Weddell.

Desde la entrada en vigor del Tratado Antártico la actividad científica tomó allí un auge sin precedentes, ya que los Estados firmantes reconocieron la importancia de esta actividad, por encima de las pretensiones territoriales de cada país sobre la soberanía antártica.

Entre otras cosas, el Continente Antártico es el reservorio de agua dulce más grande del mundo: si se derritiera todo el hielo de la Antártida ciudades como Nueva York y Buenos Aires quedarían bajo 70 metros de agua. Trabajos realizados por científicos argentinos revelan que la Antártida ofrecerá cada vez más recursos para el futuro de la humanidad.

La Antártida Argentina –o Sector Antártico Argentino–, a la que se considera parte del territorio nacional, abarca toda el área al sur de los 60º de latitud Sur, y se encuentra delimitada por los meridianos 25º y 74º Oeste y el paralelo 60º de latitud Sur. Forma parte de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

La Base Esperanza del ejército argentino, situada en la punta norte de la Península Antártica, es la más grande de la Argentina y una de las más visitadas por los cruceros turísticos. La actividad científica está acompañada por la presencia de siete familias y cerca de 50 militares que mantienen las instalaciones, atienden el correo, la redioestación, y operan LRA36 Radio Nacional Arcángel San Gabriel, la estación más austral del mundo, cuyas emisiones suelen ser escuchadas en Europa, Asia y Norteamérica. Allí nació el primer bebé de la Antártida, un argentino que hoy tiene 23 años.

En Esperanza las clases comienzan una semana más tarde que en el continente; en la escuela estudian chicos de entre 7 y 16 años. Los maestros alternan allí la actividad didáctica con las tareas domésticas, y las ya tradicionales reuniones de los sábados, de las que participa toda la dotación de la base.

Pasado un año, y cuando terminan el período escolar, los maestros vuelven a su lugar de origen.

Por Verónica Castro

—¿Cómo surge la idea de ir a trabajar a la escuela de la Base Esperanza? Graciela: —Desde hace tiempo queríamos tener la posibilidad de trabajar en la Escuela Provincial Nº 38 Julio Argentino Roca y vivir en la Base Antártica Esperanza. Así fue que nos inscribimos en el concurso para cubrir las vacantes de maestros del año 2003, abrazando este largo deseo que es a la vez un enigmático desafío familiar, personal y profesional. Con nuestra designación comenzó un proceso largo y extenuante pero a la vez fortalecedor, sembrado de charlas, estudios médicos y un curso de adaptación a la convivencia antártica.

—Los que no han estado en Esperanza quizás puedan pensar que las condiciones climáticas adversas y el aislamiento convierten al hecho de vivir allí en una experiencia de supervivencia. ¿Cómo es un día común en la Base? Santiago: —Sí, las condiciones climáticas por lo general son muy adversas y condicionantes, en algunos momentos, para el desarrollo de las actividades. Durante nuestra invernada vivimos tormentas de nieve con temperaturas que oscilaron entre los 20º y 30º grados bajo cero, con sensaciones térmicas de hasta 70º bajo cero por la influencia de los fuertes vientos, que alcanzaron una velocidad de hasta los 230 km/h.

A medida que transcurrieron los meses fuimos tomando conciencia del gran aislamiento que significa vivir en esa parte del planeta, a punto tal que en invierno no tuvimos contacto físico con personas ajenas a la dotación ni con la base Marambio, ya que el clima no hacía posibles los vuelos del Twin Otter (un avión pequeño que sirve de puente entre las bases argentinas en la Antártida). Cuando sabíamos que los vuelos podían concretarse, todos los habitantes de la base los esperábamos con mucha alegría, porque sabíamos que existía la posibilidad de recibir alguna noticia o encomienda de nuestros familiares. Me acuerdo que en dos o tres oportunidades cuando el Twin estaba por “anevizar” en el Glaciar Buenos Aires (ubicado a pocos kilómetros de la base) salimos todos de nuestras casas para saludar y recibirlos con la bandera argentina. El aislamiento se podía sentir cuando por la tarde salíamos a caminar contemplando la inmensidad y opulencia de los glaciares Buenos Aires y Arenas, que están a los costados de la Base, el Monte Flora (llamado así por la gran cantidad de piedras con vegetales fosilizados que se encuentran en sus laderas), el Taylor y el Estrecho Antártico casi congelado, sintiéndonos una parte muy minúscula de todo ese paisaje blanco y helado.

Nuestros días transcurrían la mayor parte del tiempo en la escuela. Nos levantábamos, desayunábamos con nuestros hijos y partíamos para la escuela para comenzar con el izamiento de nuestro pabellón nacional, hasta cuando retornábamos a casa para almorzar. Y luego volver a las actividades de la escuela, hasta las 18hs. Cuando los chicos se retiraban aprovechábamos para ordenar la escuela para el día siguiente. Alrededor de las 20. retirábamos la comida del casino, que se hacía en forma centralizada, a veces teníamos visitas de algún vecino, otras leíamos o mirábamos alguna película en video. Los sábados compartíamos comunitariamente en la cena las clásicas pizzas antárticas con cerveza y juegos.

—Considerando la particularidad del contexto, donde todos los años cambia tanto la población escolar como la comunidad en general, ¿cómo planificar líneas y compromisos de acciones pedagógicas e institucionales?

Graciela: —Durante el Curso de Adaptación a la Convivencia Antártica, que realizamos en la ciudad de Ushuaia del 17 al 21 de noviembre de 2002, instancia en la que se designa a los maestros que ejercerán funciones en la escuela, tuvimos la oportunidad de compartir cuatro días con los que iban a ser nuestros alumnos y sus padres. A partir de ese momento delineamos un Proyecto Pedagógico Institucional Alternativo para implementar durante el ciclo 2003, lo suficientemente flexible para que se pudieran realizar todas las modificaciones necesarias en función del conocimiento del contexto y de las necesidades de la población escolar. Es así que una vez llegados a la Base, comenzamos a construir colectivamente el Proyecto Educativo Institucional. Sabíamos que ese trabajo necesitaba de la colaboración de todos y que también era necesario que tuviese continuidad en los años siguientes a través de los aportes de cada comunidad educativa que llegara a invernar en la Base Esperanza, de ahí que una vez de regreso a nuestra ciudad (Río Grande) entregamos todos los documentos de trabajo pedagógicos a la Supervisión General del Ministerio de Educación y Cultura, para la viabilidad y sustentabilidad del proyecto a lo largo de los próximos años.

—Uds. cuentan con una vasta experiencia en la docencia, en distintos lugares del país. ¿Cuál creen que es el valor que adquieren como recurso didáctico las nuevas tecnologías de la información y la comunicación e internet en el contexto de Base Esperanza? ¿Cuenta la escuela con un parque más o menos elevado de máquinas?

Graciela: —La escuela 38 cuenta con un buen laboratorio de informática equipado con catorce máquinas, nueve de última generación, dos cámaras web y conexión a internet por banda ancha. Debido al espacio reducido del laboratorio, la escuela facilita en calidad de préstamo algunos equipos a otras dependencias de la base.

Nosotros incorporamos las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el quehacer cotidiano de la escuela. Nuestros alumnos fueron conociendo o ampliando sus conocimientos del hardware y software a medida que aprendían diferentes contenidos curriculares, haciendo uso de procesador de texto, paquete Office, presentaciones en PowerPoint, correo electrónico, chat y videoconferencias. Los chicos pudieron realizar intercambios de experiencias de aprendizaje con distintas escuelas del país y de otros países, también algunas actividades a través de educ.ar, y además intercambios epistolares y de redacción de cuentos en el marco de un proyecto pedagógico específico denominado “Intercambio de experiencias educativas”. También estuvieron presentes las TIC en las investigaciones y el relato sobre el pionero antártico don Hernán Pujato, en el marco del programa nacional “Escuela y Medios”. Las actividades que desarrollamos partieron del medio radial de la escuela y la grabación en MP3 para enviar al Programa. Los alumnos tenían experiencia en este tipo de medio de comunicación debido a que en el marco de un proyecto de Lengua realizaron “Pingüinitos al Aire”, que fue el primer micro radial de la escuela, transmitido por LRA 36 Radio Arcángel San Gabriel – Radio Nacional de la Base Esperanza.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación plantean necesariamente una oportunidad para enriquecer el aprendizaje autónomo de los niños y para transformar la organización institucional, tanto respecto de las modalidades de trabajo como de los roles docentes. Su uso produce cambios en las formas de realizar las tareas y plantea permanentemente diferentes modos de ver, pensar y hacer las cosas. Para el docente se transforman en un buen recurso pedagógico y para el alumno en una herramienta que lo ayuda en la construcción de sus aprendizajes. Creemos que los cambios tecnológicos deben estar al servicio de la educación y la cultura del hombre, y en este sentido las TIC deben ser consideradas como un recurso didáctico que atraviesa en forma transversal los procesos de aprendizaje de los alumnos. —¿Cuál es la experiencia antártica con relación a la preservación y cuidado del medio ambiente y cómo se trabaja eso con los alumnos?

Santiago: —Como puede imaginarse, la Antártida es el lugar donde cobra mayor significado la preservación y el cuidado del medio ambiente debido a los instrumentos jurídicos internacionales que se encuentran en vigencia y que regulan las actividades en el continente blanco, entre ellos el Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid. En este sentido, desde la escuela propiciamos diversas experiencias de aprendizaje para que nuestros alumnos tomaran conciencia del cuidado del medio ambiente. Así implementamos el Primer Curso de Avistaje de Aves en la Antártida, realizado por niños con la colaboración de profesionales de la Asociación Ornitológica Argentina Aves Argentinas; conocieron la función del mareógrafo instalado en la base (uno de los cinco del mundo y uno de los tres en la Argentina que conforman una red global, conectado vía satélite con la NASA, y que monitorea el aumento del nivel de mares y océanos) a través de personal del Servicio de Hidrografía Naval que estaba efectuando tareas de mantenimiento; intercambiaron datos meteorológicos con escuelas de Argentina, Costa Rica y Bolivia, con la colaboración de personal del Servicio Meteorológico Nacional, organismo dependiente del Comando de Regiones Aéreas de la Fuerza Aérea Argentina que prestaba servicios en la estación Base Esperanza. Y con el fin de que los niños se conviertan en verdaderos actores en su comunidad a través de la detección de problemáticas y la presentación de alternativas de resolución, elaboraron un Proyecto de Ley sobre desarrollo de energías alternativas -eólica y solar- en Base Esperanza, presentado el 4 de julio en la Cámara de Diputados de la Nación, en el marco del Parlamento Infanto Juvenil 2003 y aprobado por unanimidad en el recinto. Esta actividad estuvo acompañada de la emisión por radio de un mensaje de paz al país y al mundo a cargo de una alumna de la escuela elegida democráticamente por sus compañeros por medio de una votación. También participaron de charlas que propició una bióloga que había arribado a la base para realizar actividades de investigación sobre aspectos relevantes de algunas aves.

—A partir de los años 70 existe una creciente actividad científica en el Sector Antártico Argentino. ¿Cuáles son las áreas de conocimiento que mayormente se investigan y cuáles son algunas de las actividades más novedosas que llevan a cabo los científicos?

Santiago: —La verdad es que no manejamos esa información. Sólo sabemos que todos los años los científicos visitan distintas bases para llevar adelante las investigaciones.

—¿Cuál es la relación que existe entre los distintos laboratorios, los científicos que se encuentran en la base y la actividad de la escuela? Santiago: —La llegada de los investigadores a la Base Esperanza es un hecho muy importante para las actividades de la escuela con relación al espacio curricular de Ciencias Naturales y Tecnología. De ahí que cuando el tiempo de los profesionales lo permite, desde la escuela se pueden organizar en forma conjunta actividades de aprendizaje tanto como experiencias de campo.

—La subjetividad de un niño surge de la interacción entre su cuerpo biológico y los discursos, las relaciones y el contexto del medio en que habita. ¿Cómo es el “niño” que se forma en el Sector Antártico Argentino? O ¿cuál es el principal aporte que se lleva el niño que vivió allí? Graciela: —La particularidad del contexto reside en el cambio que se realiza todos los años tanto de la comunidad en general como de la población escolar. Esta situación hace que no se pueda definir categóricamente cómo es el niño que se forma en el Sector Antártico Argentino. Sí podemos decir que presenta algunas características que son generales. Es un niño que llega con su mochila llena de afectos (familiares, amigos, escuela, barrio...) a los cuales comienza a extrañar a medida que transcurren los meses; es un niño que se sorprende ante el paisaje nevado y sin árboles o espacios verdes (por lo general son niños que llegan desde distintas provincias de nuestro país); con dinámicas de trabajo diferentes desde la enseñanza; que debe acostumbrarse a vivir más tiempo en su hogar y a estudiar en una escuela que tiene su patio cerrado; un niño que comienza a darse cuenta paulatinamente del aislamiento en el que se encuentra y de la necesidad de entablar buenas relaciones y vínculos afectivos más fuertes con sus compañeros, nuevos amigos y maestros; un niño que progresivamente se va apropiando del espacio escolar. De ahí que la escuela se transforma en el centro de casi todas sus actividades y sus demandas.

El niño que tuvo la posibilidad de vivir en esta parte del mundo difícilmente borre de su retina el paisaje, o de su corazón la experiencia de haber vivido situaciones de gran compañerismo, de concretar en la vida cotidiana el “nosotros”- dado que cada uno dependía en cierta forma del otro-, y de haber puesto en práctica el respeto y la solidaridad.

—Sabemos que están en vías de producir un CD multimedia a fin de contar esta interesante experiencia en la escuela de la Antártida. ¿A quién está dirigido y cuáles son los temas en los que focaliza? ¿Por qué la idea de contarlo mediante el CD y no en un libro, por ejemplo? Santiago: —Surgió la idea de elaborar un CD porque es más rápido e impacta más desde las imágenes y el audio. Estamos planificándolo, comenzamos a organizar algunas fotografías digitales, delineando algunos tópicos, pero todavía no podemos llegar a adquirir el programa para llevarlo a cabo, por una cuestión económica. Sobre la Antártida y en particular la Base Esperanza hay bibliografía, presentaciones en PowerPoint, presentaciones con multimedia, pero siempre desde los aspectos geográficos, históricos, logísticos y de las tareas desarrolladas por el Ejército Argentino. La idea consiste en socializar nuestra experiencia desde la dimensión familiar y escolar, compartir cómo se vive en esas heladas latitudes y cómo es el trabajo pedagógico en la escuela más austral del país. Los destinatarios son las personas, instituciones y escuelas de nuestro país y de otros países que colaboraron con nuestra tarea y nos alentaron a continuar con el desafío que emprendimos. Nuestro deseo es que a partir del CD las personas puedan comprender y apropiarse de la particular realidad del continente blanco, para propiciar el desarrollo de un sentimiento de pertenencia, y para que futuros ciudadanos de nuestro país, conociendo, puedan defender los derechos de soberanía sobre el Sector Antártico Argentino. La idea de escribir un libro no escapa a nuestras intenciones, pero será cuando tengamos un poco más de tiempo.

Por último quiero decir que fue un placer que educ.ar nos haya brindado este espacio para compartir nuestra experiencia en la escuela de la Base Esperanza, que depende del Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Fuente: http://www.educ.ar

Agosto de 2004

2 comentarios:

Jorge dijo...

Es un verdaero testimonio de vida.
Es hacer Patria a lo grande.
Pero no olvidar: hacer Patria se hace en cada momento y en cada lugar: en la Antártida, en la Quiaca, en la escuela privada, en la escuela estatal.
Hacer Patria es arraigar la tradición, la vida, las costumbres en las pequeñas cosas de todos los días.

Jorge dijo...

¡¡¡Dios salve a estos maestros!!!