domingo, 8 de junio de 2008

¿Qué tipo de docente eres?

Cuando reflexionamos sobre nuestra labor en el aula es posible identificar diferentes estilos a la hora de llevar adelante la práctica de la enseñaza. A menudo nos inspira la eficiencia, otras veces la contención. Proponemos a través de este artículo un recorrido sobre algunos de los caminos posibles con el objeto de abordar una reflexión sobre la modalidad con la que abordamos nuestra tarea cotidiana.

El enfoque del ejecutivo

En el enfoque ejecutivo el docente es el gerente de los tiempos de la clase, una persona que toma decisiones, principalmente en el modo en que distribuirá el tiempo de los estudiantes dentro del aula. Pero el tiempo empleado en el trabajo académico no es el único aspecto en el que insiste esta mirada. Otros tres elementos ejercer influencia primordial:

1. Las indicaciones: el docente los utiliza para alertar a sus alumnos sobre lo que hay que aprender y el modo de alcanzar ese aprendizaje

2. La retroalimentación evaluativa: los docentes corrigen rápidamente los errores tanto de las tareas escritas como de las orales.

3.El reesfuerzo: desde una sonrisa, hasta observaciones positivas o recompensas aún más tangibles.

Otro aspecto del enfoque ejecutivo se conoce como oportunidad de aprender, esto es, dar a los estudiantes la posibilidad de aprender. Sucede que a veces, que los docentes entusiasmados con la complejidad y la profundidad de ciertos temas, se alejan del alcance de muchos de sus alumnos, limitando las oportunidades de aprendizaje.

Todos estos rasgos del enfoque del ejecutivo tienen una faceta interesante en tanto le confieren un importante valor al aprendizaje. Aunque podría objetarse que el educador se parece al gerente de una línea de producción ubicándose por fuera del proceso, regulando contenidos y actividades, pasando por alto factores como la motivación individual o las características particulares de cada alumno.

También parece haber una estrecha relación entre los formatos escolares más habituales (cursos numerosos, exámenes regulares, informes de calificaciones, sistemas de acreditación y nivelación, etc.) y éste enfoque. De manera tal que la eficiencia del ejecutivo no parece deberse a una necesidad de la práctica de la enseñanza en sí misma sino más bien una demanda del dispositivo de enseñanza colectiva. En efecto, un enfoque de este tipo, no parecería necesario en un sistema tutorial.

El enfoque del terapeuta

Existen dos alternativas respecto a las características particulares del estudiante, la primera, es pasarlas por alto y la segunda, reconocerlas buscando reducir aquellas que con mayor probabilidad obstaculizarían el aprendizaje. Pero habría además, una tercera posición, en la que estas características se transforman en elementos esenciales del proceso mismo de enseñanza aprendizaje. El énfasis está puesto pues en lo que el alumno piensa o hace. En definitiva, lo que el estudiante es no puede separarse de lo que aprende y de cómo lo aprende.

Para éste enfoque, al autenticidad del estudiante no se cultiva adquiriendo un conocimiento remoto que no se relaciona con la búsqueda de su significación y la identidad personal.

El enfoque del liberador

Este enfoque pone un gran énfasis en el contenido, prestando menor atención a las habilidades docentes específicas (enfoque del ejecutivo) o a los estados psíquicos y emocionales de los alumnos (enfoque del terapeuta). El propósito, en este caso, es el de liberar la mente del estudiante de los límites de la experiencia cotidiana, de la trivialidad, de la convención, de los estereotipos... (¿del “lugar común?”, ¿de lo “políticamente correcto”?) En el enfoque de liberador, el contenido determina en gran parte el modo en que la clase se dará. Para que los alumnos puedan, por ejemplo, desarrollar actitudes críticas, los estudiantes aprenderán a adquirir ese hábito en virtud del ejemplo que da el profesor con sus propias actitudes. Así, la “manera” (modalidad, estilo) adquiere relevancia en este enfoque.

La “manera” es una disposición relativamente estable que guía la actuación en determinadas circunstancias y es esencial en el enfoque liberador porque será lo que determinará en gran medida que no se “paralice” la mente de los estudiantes con datos o habilidades vacuas sino que por el contrario, se libere. Así entonces, no basta con que el alumno adquiera el conocimientos específicos, porque forma y contenido son inseparables.

Por otra parte, la “manera” de enseñar no depende de la materia, resulta, por el contrario, aplicable a todos los campos. Involucra virtudes morales (honestidad, integridad, disposición imparcial, trato justo) e intelectuales (racionalidad, amplitud de espíritu, valoración de las pruebas, curiosidad, capacidad reflexiva y escepticismo prudente). El alumno deberá adquirir todos estos valores del mismo modo en que adquiere el conocimiento y la aptitud en cada disciplina. De esta forma, la “manera” es parte del contenido porque mientras éste se comunica, también se enseña el modo en qué este habrá de enfocarse y tratarse. En síntesis, el “hacer” del docente, es una parte vital para el enfoque del liberador . El modelo ejemplar actúa de forma implícita a través de los rasgos de carácter del docente.

¿Son incompatibles los enfoques?

Tal vez sea posible considerar que estos enfoques son filosóficamente incompatibles, pero también podríamos considerar que se trata de una categorización purista puesto que en la práctica, las fronteras entre los diferentes enfoques no estaría tan delimitadas.

No obstante, creo que en la práctica es posible compatibilizar los tres enfoques. En efecto, cada uno de estos modelos supone una serie de valores que pueden aplicarse a momentos diferentes o bien en una misma situación aunque desde distintas dimensiones. Así, la eficiencia, la organización, la capacidad de sistematización y la claridad conceptual del ejecutivo podría estar presente simultáneamente junto a la sensibilidad y la empatía del terapeuta cuando el contenido o la circunstancia lo demanda. Y finalmente la actitud ejemplar del liberador y sus elevados ideales no tienen por qué ser excluyentes. Un profesor que enfatiza la profundidad y la complejidad del contenido, puede a la vez promover una formación integral sin dejar por ello de gestionar la clase con eficiencia, ni descuidar tampoco la dimensión formativa de su tarea y las necesidades individuales de los alumnos.

¿Y cuál es el suyo?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que hay que ser un poco de cada tipo. Dependerá del grupo que le toque al docente.
En este momento de nuestra carrera resulta difícil elegir uno de los enfoques, pero pienso que a esta altura ya existe una inclinación, la que acompaña a su forma de ser.
Yo elijo el enfoque liberador, con cuotas de las otras dos posiciones, por supuesto.

Anónimo dijo...

A mi criterio eligiria el enfoque liberador.Creo que todavia nos falta mucho para poder deducirlo, la construccion del dia a dia, el acompañamiento continuo y constante ,la practica diaria y los distintos contextos sociales y culturales en los que nos encontremos nos permitira en cierta forma descubrirlo.

Daniela dijo...

Yo elijo el enfoque liberador aunque sería bueno, en la práctica, hacer una combinación de los tres enfoques ya que se puede poner énfasis en un contenido sin dejar de lado las necesidades de los alumnos y sin descuidar la propia tarea docente.

Anónimo dijo...

Me parece que es necesario conocer al grupo y depende de el contenido a enseñar, cada docente tendrá la habilidad y la estrategia para poder realizar su tarea lo mejor posible, independientemente del enfoque que utilice.
Valeria Rodríguez.