jueves, 7 de agosto de 2008

Mitos y perspectivas en la educación a distancia

La educación a distancia es una modalidad con historia e historias. Aquellos que recuerden la publicidad en Patoruzú o en Las locuras de Isidoro quizás puedan evocar con una sonrisa la suspicacia que provocaba la oferta de convertirse en detective, taquígrafo o mecánico dental en un brevísimo plazo. Esas propuestas han teñido de forma tal la modalidad que han generado mitos en torno a su excelencia, mitos que hoy subsisten ante el fuerte impacto que tienen las tecnologías de la información y de la comunicación para la capacitación.
El primero implica reconocer que la educación a distancia se encuentra envuelta en un halo de recelos y controversias en torno a su validez como promotora de propuestas de calidad y equidad. Sin embargo, desde las propuestas iniciales de capacitación en oficios por correspondencia hasta las experiencias actuales que involucran mayor sofisticación tecnológica, esta modalidad reconstruye en forma permanente su sentido para la enseñanza y el aprendizaje.
Por otra parte, muchos oponen las modalidades presencial y a distancia, dejando a la primera la ventaja del cara a cara, el afecto, la posibilidad de feedback gestual, y a la segunda, a la deriva de pensar cómo superar escollos. No obstante, la modalidad tiene, en nuestro contexto, un sustento político: adaptarse a las necesidades educativas de un país como el nuestro en el cual las dimensiones geográficas son determinantes y condicionan la equidad del sistema. Además, implica en muchos casos la promoción de propuestas que contemplen a quienes por razones laborales o alguna discapacidad no cuentan con tiempo suficiente para la asistencia a cursos de actualización. Este sentido democratizador no siempre es resaltado a la hora de diseñar propuestas en esta modalidad.
Un tercer mito refiere a la posibilidad de que las tecnologías “reemplacen” el espacio de las estrategias y restrinjan los niveles y tipos de intervención del docente, ubicándolo en un rol acotado y en ocasiones desdibujado. Afirmar estas cuestiones es desconocer el tipo de experticia docente y pedagógica que se requiere para diseñar proyectos y cursos en esta modalidad o para realizar el seguimiento de los estudiantes a través de complejos programas de tutorías y de orientación. De cara al nuevo milenio nos encontramos con nuevas formas de escritura y de lectura. No es lo mismo un texto que un hipertexto; entornos reales que entornos virtuales. Estas nuevas formas de acceso y de operación sobre la información, de aprender y de interactuar con el conocimiento deben ser tenidas en cuenta a la hora de pensar estrategias formativas. La introducción de herramientas tecnológicas no puede desvincularse de un análisis acerca del impacto que tienen en la actualidad estas tecnologías en nuestros modos de accionar y de pensar, así también como en las formas de construir conocimiento y de generar interrogantes.
Aprender a trabajar con modernas tecnologías implica aprender en condiciones de variación constante por el vertiginoso proceso de mejoramiento de las mismas. En el contexto de los programas de educación a distancia utilizarlas como herramientas significa aprender a variar pero reconocer, también, que su uso va modificando la manera de percibir algunos problemas pedagógicos y fundamentalmente, la forma de plantearlos.
Trabajar en equipos de profesionales que discutan contenidos, ideas y perspectivas, es un desafío en general, y particular de este tipo de proyectos.
Autora: Carina Lion

No hay comentarios: