sábado, 30 de agosto de 2008

Cuento: La serenidad

María Estuardo, reina de Escocia, estaba prisionera en el castillo de Lochleven. Sus enemigos trataban de matarla. Pero también tenía amigos que querían su libertad. María Estuardo estaba muy vigilada y la evasión se hacía muy difícil, por cuanto el castillo estaba situado en las orillas de un lago.
Los amigos de la reina sólo contaban con un colaborador dentro del castillo. Era un pajecillo, un muchacho de unos doce actos llamado Douglas. Los partidarios de la reina prisionera, consiguieron comunicar el plan de evasión al pequeño Douglas. La huida se iba a realizar aquella misma noche. Irían en una barca a buscar a la reina y el muchacho debía comunicárselo. Pero ¿Cómo? El pajecillo no podía hablar con la reina ni con su doncella. Pero tuvo una idea sagaz. A la mañana temprano oyeron María Estuardo y su doncella, cantar al muchacho y repetía machaconamente un estribillo que algo significaba. Se asomaron a la ventana y vieron que el muchacho hacía unos dibujos en el suelo que luego borraba. Eran letras grandes, que luego, unidas en la imaginación, resultaban ser un mensaje, todo un plan de evasión. Les indicaba que estuvieran preparadas para huir aquella misma noche.
Cuando negó la cena servida en el comedor del Castillo, estaban las dos prisioneras acompañadas por la castellana que las vigilaba estrechamente. El pajecillo Douglas estaba atento al servicio de la cena y permanecía sereno, tranquilo y hasta alegre. En cambio, María Estuardo y su doncella estaban tan nerviosas que parecía que el corazón se les iba a reventar de emoción. El pajecillo iba y venía con los platos de la cena, sosegado e imperturbable. Del castillo no se podía salir, porque todas las puertas estaban bien cerradas con llave por la castellana. Esta tenía las llaves junto a si y el pequeño Douglas logró, en un momento de distracción de la castellana, reemplazar las llaves del castillo por otro manojo de llaves inútiles que él tenía ya preparado. Todo fue ejecutado sin precipitación, con mucha serenidad y calma. Terminada la cena, se retiraron todos a descansar.
Cuando las gentes del castillo estaban entregadas al sueño, el paje llamó quedamente en la puerta de María Estuardo. Las dos prisioneras siguieron al paje a través de corredores sombríos, hasta una de las puertas que daban a las aguas del lago. Abrió la puerta, y luego tuvo el muchacho la precaución de cerrar la puerta por fuera y tiró las llaves al lago. Junto a la misma puerta había una barca con un partidario leal de la reina. Embarcaron los tres, la reina, su doncella y el pajecillo Douglas. Al ir a remar, los remos chocaron con fuerza contra el agua. Un centinela oyó el ruido y dio el grito de alarma. Toda la gente del castillo salió a las almenas, pero no pudieron impedir la fuga, por no tener la llave para abrir la puerta que daba al embarcadero del lago.
María Estuardo, reina de Escocia, consiguió huir del castillo de Lochleven, gracias a la maravillosa serenidad de un muchacho de doce años de edad llamado Douglas.

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